No me dio miedo el sismo, pensé que todo estaba bien, nada de mi casa se cayó.
Tenía el día libre de trabajo al igual que mi mamá y mi hermano, nos reunimos en su casa para estar con familia, la alegría duró poco. Uno de los vecinos sacó su tv con batería a la calle para que todos se informaran, ya que nadie tiene radio a pilas. No nos preparamos para nada; Pero bueno, espero este nos concientice más. En las noticias, llegaban informes de gente que lo había perdido todo, escuelas, centros comerciales, etc. Yo me sentí mal, me sentía mal por ellos. En mi casa solo un mísero shampoo quedó fuera de su lugar; Y ellos habían perdido su patrimonio, en lugar de sentirme agradecido, me sentía culpable. Empecé con el estrés, que tenía acumulado, la gente, o por lo menos a muchos nos pasó. Todo se nos juntó. Y el sismo fue la válvula de escape para todo. Los viejos recuerdos afloraron. Las secuelas del 85 siguen presentes; 3 décadas han pasado y aún perduran como tragos amargos esos 2 minutos. Aún resuenan como lágrimas en el presente de muchos cada que hay un sismo por pequeño que este sea.
La alarma sísmica de mi celular la tuve que desconectar, no podía más. Las noticias de una réplica, otra réplica, me dejaron sin descanso.
Todos estaban bien, al menos mis conocidos. Yo pedía, por aquellos que lo habían perdido todo y que aún estaban aguantando bajo tres metros de escombros. Que no lloviera, que los rescatistas llegaran antes que la tormenta. Cuando se restableció la luz, mis hermanos y yo nos convertimos en voluntarios. Quitando escombros aquí y allá. Intentamos ir a Morelos pero nos fue imposible. Las carreteras estaban bloqueadas por el ejército. Los morelenses estaban solos con Graco Ramírez.
La ciudadanía demostró una vez mas que no necesitamos gobiernos, solos estamos mejor, solos como ciudadanos libres.
Espero que la solidaridad dure más, que podamos ayudar a los que todavía lo necesitan.